I Momenti Miglori no entiende de
horarios, es más, puede aparecer en cualquier momento, pero no nos engañemos,
hay que buscarlo.
En Piccadilly 148 o en la Plaza de la
Lealtad 5, I Momenti Miglori apareció en estos dos
lugares compartiendo el Te de las cinco. Dos ambientes diferentes y con
contenidos muy establecidos y paralelos.
Té en el Ritz Té en Wolseley
El Té de las cinco es una liturgia si se
mantienen todos sus elementos. Un servicio esmerado desde que se cruza el umbral del establecimiento que
se encarga de buscarte acomodo según tus preferencias. Una vez sentados,
empezamos a disfrutar con una extensa carta de tés entre los que no pueden
faltar el Jasmine, Earl Gray, Darjeeling y el Ceyon entre otros, con leche o
solo. A partir de tu elección todo se pone en marcha. Las teteras, tazas,
coladores, que no sabes si vas a saberlos usar y los diferentes tipos de azúcar.
A estos se añaden recipientes con al
menos dos tipos de cremas para acompañar a lo que estar por llegar, una
completa bandeja de tres pisos donde encontramos el cuerpo principal de nuestra
merienda. En la zona más alta pastas de diferentes tipos, mantequilla, hojaldrados
y de chocolate. En el piso intermedio la bollería con los típicos muffins o
scones ingleses, aún calientes que se abren para recibir cualquiera de las dos cremas. En el piso
inferior de la bandeja se encuentran los sándwiches, recién preparados,
correctamente cortados donde no puede faltar el de pepino.
Todo en su sitio, perfectamente estudiado
para que tengas a mano todo y a partir de ahí te puedas relajar y disfrutar.
Para que el momento sea I Momenti Miglori, hay que hacer trabajar a los
sentidos, si aún tienes alguno que no esté ocupado.
En el Ritz de Madrid te encuentras en el
lobby del hotel un marco inmejorable, en el centro del salón principal con la
música en directo del piano de cola que te traslada a otro tiempo o simplemente
te complementa tu momento.
En el Wolseley es otra historia. Hay un salón central y mesas
al lado de los ventanales con cortinas que dan a Piccadilly Street, la
música se escucha peor y no es en directo, pero a través del cristal te das
cuenta de donde estás y el momento aparece.
Merece la pena. Vívelos y… elige el tuyo.
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